Luiz Inácio Lula da Silva sólo ha tenido contacto en prisión con sus carceleros y sus abogados, y no alcanza a escuchar los gritos de apoyo del campamento «Lula libre», instalado a unos cientos de metros de la sede de la Policía Federal de Curitiba, donde el expresidente cumple una pena de 12 años por corrupción.
Desde que ingresó en prisión, en la noche del sábado, el exmandatario brasileño ha dedicado su tiempo a la lectura y ha aprovechado para conmemorar la victoria de su equipo del alma, el Corinthians, que el domingo venció el Campeonato Paulista, el torneo regional más importante de Brasil.
Lula (2003-2010) no «tendrá privilegios» durante sus visitas, según determinó el juez federal Sergio Moro, pero su celda es diferente a la del resto de presos: tiene 15 metros cuadrados, un baño privado con ducha y agua caliente y una televisión.
Su celda, que cuenta con una mesa y sillas y una ventana interior, es «especial», con un ambiente «agradable» y «humanizada», según explicó Jorge Chastalo Filho, jefe del equipo de custodia y escolta de la Policía Federal de Curitiba.
Situada en el cuarto piso del recinto, se trata de una especie de «sala de Estado Mayor», separada de los otros 20 presos custodiados por la Policía Federal de Curitiba, entre ellos su exministro Antonio Palocci y el expresidente de la constructora OAS Leo Pinheiro.
Antiguo escudero de Lula, Palocci comparte de nuevo edificio con el que fuera su presidente, aunque en situaciones distintas. El exministro rompió lazos con el expresidente y le acusó de haber tejido un «pacto de sangre» entre la constructora Odebrecht y el Partido de los Trabajadores (PT).
El empresario Leo Pinheiro, otro de los nuevos vecinos de Lula, es una de las piezas claves de la condena contra el expresidente, porque confesó ante el juez Moro que le entregó un apartamento en un balneario de Sao Paulo a cambio de trato de favor a la constructora.
En sus casi tres días de prisión, Lula, quien no viste un traje de presidiario, se ha mantenido recluido, sin salir al patio, y hasta ahora sólo ha recibido la visita de sus abogados Valeska Teixeira Martins y Cristiano Zanin Martins.
Lula no contará con «privilegios» en el régimen de visitas y al igual que el resto de presos, sus familiares más próximos solo podrán conversar con él los miércoles de 10.00 a 19.00 hora local.
Mientras tanto, el expresidente ha dedicado la mayor parte de su tiempo a la lectura de «A Elite do atraso», del sociólogo Jessé Souza, que critica la operación Lava Jato y atribuye sus orígenes al racismo y la desigualdad social en el país.
Acorralado por la justicia, el líder del Partido de los Trabajadores acumulada otros seis procesos judiciales.
El expresidente se atrincheró en el sindicato de metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, tras recibir el auto de prisión dictado por el juez Sergio Moro, en la tarde del pasado jueves.
Moro le concedió un plazo de 24 horas para presentarse ante la Justicia, pero Lula resistió en la sede del sindicato donde se formó como dirigente y se entregó en la tarde del sábado.
El PT lucha por mantener a su líder en la primera plana del escenario político y mediático por medio de vídeos publicados en redes sociales y grabados antes de su ingreso en prisión.
La formación divulgó uno el sábado y otro el domingo, además de reafirmar su candidatura para las elecciones del próximo octubre, para las que llegaría, si se lo permite la Justicia Electoral, como líder en intención de voto, según los sondeos de opinión publicados hasta la fecha.
A menos de 200 metros de su celda, cientos de incondicionales venidos de diferentes partes de Brasil hacen guardia en el campamento «Lula Libre» con la intención de permanecer allí hasta que vean «con sus propios ojos» la excarcelación del expresidente. EFE