MANABÍ | Coronavirus mató a la madre, pero no a su hija recién nacida

Evelin Lavid estaba embarazada y fue diagnosticada con COVID-19. Corría el mes de marzo y el virus no solo golpeaba fuerte al país, también a su vida y la de su bebé en su vientre.

Debido a una insuficiencia respiratoria, el embarazo de Evelin fue interrumpido. Su estado clínico era severo, por lo que requería de cuidados intensivos en el Hospital General de Manta.

El pasado 26 de marzo, exactamente a las 20:40, recuerda la neonatóloga y pediatra Ibelice Zambrano, se activó el protocolo de emergencia en el que varias manos médicas asistieron de forma valiente, este, el que considera, el primer desafío COVID-19.

En medio de ese panorama oscuro y triste, apareció la luz de un ser diminuto. Según los médicos, Evelin dijo antes de ser intervenida que quería conocer a su bebé. Logró verla y sus últimas palabras antes de partir a otra área fueron: “Cuiden de mi bebé, se llamará Rosita”. La madre falleció días después.

De la fragilidad a la vitalidad

Rosita nació muy frágil, pesaba 930 gramos, con solo 27 semanas de edad gestacional. Recibió dos dosis de surfactante y permaneció por aproximadamente seis días con ventilación mecánica.

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Debido a su pequeño cuerpecito requirió ventilación no invasiva por 25 días más. Además, necesitó alimentación entera mínima y nutrición parenteral (vía intravenosa), para alcanzar su aporte proteico. Rosita también fue cuidada por una cardióloga.

La recién nacida recibió dos ciclos de paracetamol y tres transfusiones en dos meses “para superar su anemia de prematuro”.

Hace 15 días dejó la sonda orogástrica (que se introduce en la nariz o boca) para recibir alimentación. Ahora lo hace por succión.

También le hicieron dos pruebas de isopado para COVID-19. En la primera salió negativo. Se espera el resultado de la segunda.

Según los médicos, el estado de la salud de la bebé es estable y su peso ha llegado a los 1.890 gramos.

“Desde hace dos meses, en medio de la incertidumbre, del desconcierto y el miedo, tuvimos la oportunidad de entender el milagro de la vida, su lucha, su cambio y también la muerte”, reflexiona con emoción Zambrano. (Extra)

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