Pedernales | El Terremoto solo les dejó un terreno, pero la Banca Pública se los quiso quitar

A Ángela Martínez y a su familia el terremoto los dejó sin casa, sin negocio, sin varios amigos y familiares. La banca estatal les quiso quitar el terreno que les quedó, además los envió a central de riesgo.

Tres años después del 16 de abril del 2016, día en que las provincias de Manabí y Esmeraldas fueron afectadas por un terremoto de 7.8 en la escala de Richter, esta familia no solo vive con temor, sino también con deudas.

Para salir adelante, la familia Martínez Moncayo y Ocampo Martínez tuvieron que reinventarse para salir adelante en un cantón donde las afectaciones del terremoto destruyó hoteles, escuelas, viviendas, el Palacio Municipal, tiendas, mercados, colegios, etcétera.

Tres días antes del 16 de abril Fabiana Martínez había viajado a Quito a rendir un examen complexivo previo a la obtención de su título en licenciada en Administración Educativa.

Aquel sábado, su esposo le propuso disfrutar de Quito, ya que habían terminado la actividad prevista en esa ciudad.

Sus dos hijos estaban en Pedernales al cuidado de la abuela y otros familiares. Al comienzo la idea fue tentadora, pero después Fabiana sintió algo en el pecho, le dieron ganas de llorar y le propuso a su esposo volver.

Fue así como después de un viaje de retorno por la vía La Concordia, Santo Domingo, llegaron a Pedernales a las 18h45.

Estacionaron la camioneta al ingreso del colegio e ingresaron a la papelería, negocio que quedaba a un costado de la Unidad Educativa Particular María Auxiliadora, en la calle Plaza Acosta y Matías Cedeño.

Fabiana se había quitado los zapatos, abrazaba a sus hijos y les preguntaba cómo habían estado. En ese momentola la tierra se movió. Corrieron, salieron. Pero como fue algo leve, volvieron a entrar. Minutos después vino lo peor.

A las 18h58 volvió a temblar, la tierra se balanceaba de un lado para otro. Alcanzó a ver que la carretera se movía como una ola.

“Coge al niño (Fernandito, 4 años) le dijo a su esposo”, mientras ella llevaba a su niña de 2 años. No alcanzó a salir de inmediato. La puerta enrollable cayó sobre ella quedando atrapada en la papelería. Kenia, la persona que les cuidaba a los niños, tomó a la pequeña en brazos y salió. Fabiana luchó hasta lograr salir.

Fueron segundos, 58 para ser exactos. El edificio de tres pisos y en el que estudiaban 500 alumnos se desplomó formando un sanduche de losas de concreto. Allí estaba el esfuerzo de 20 años, largas noches sin dormir, varios préstamos a los bancos, limitaciones económicas para lograr los sueños.

Había bastado menos de un minuto para terminar con la Unidad Educativa y la papelería recién abastecida. Dos negocios que eran el sustento económico de la familia Martínez Moncayo, Ocampo Martínez y varios trabajadores entre los que estaban profesores, personal de limpieza, personas que manejaban el bar, colaboradoras en la papelería, choferes, entre otros.

Fabiana gritaba por su mamá, quería entrar al edificio. “Recuerda que eres madre, tienes dos niños”, le decía su esposo, quien trataba de calmarla.

Afuera todos estaban cubiertos por un polvo blanco. Lloraban cuando apareció la mamá de Fabiana. La casa donde estaba ella se había desplomado por completo, pero por insistencias de su hija menor, Daniela, logró salir antes de que se hundiera con la estructura.

Reunidos, avanzaron hacia el centro de la ciudad que estaba a dos cuadras, pues el niño de 4 años estaba bañado en sangre, parece que algo le golpeó la cabeza. Fueron en busca de una médico que tenía su consultorio allí cerca.

Lo que vimos fue horrible: “mis vecinos estaban juntos, partidos por la mitad”. Eran tantos muertos, todo estaba destruido. Los montículos de tierra nos impedían el paso, recuerda.

La camioneta también había quedado “achicharrada”, pero por única vez logró encender y trasladar a los sobrevivientes a la Quinta que tenía la familia a 5 kilómetros de Pedernales, en la vía al cantón El Carmen, en el sitio Chiquimblito.

Los hombres se quedaron ayudando a los atrapados que pedían auxilio. Solo los niños lograron dormir aquella noche.

Fabiana recuerda que desde el sitio Chiquimblito, Pedernales se veía iluminado con un halo celeste. Era como si alrededor se hubiesen colocado luces que iluminaban todo el cantón sumido en la tragedia.

Vino lo peor

Al día siguiente. Fabiana preparó el desayuno con lo poca comida que tenían en la casa de campo y regresó a la ciudad. Era algo horroroso ver como los cuerpos seguían allí en la calle, con la diferencia que ahora estaban cubiertos por las sábanas.

A esas alturas, el temor no solo era el terremoto, la alerta de tsunami que se difundió como rumor sino también los delincuentes, quienes se abrían paso en medio de las inmensas montañas de escombros para saquear los comercios, tiendas almacenes.

Todo era desolador. Una imagen que Fabiana recuerda fue ver a un vecino, quien transportaba a un familiar en una moto creyendo que estaba viva y buscando ayuda para salvarla.

El motociclista estaba desesperado. Toda la mañana andaba con el cadáver en la moto, negándose a la realidad, no queriéndose desprender de su ser querido.

Las horas pasaron. La comida, el agua fueron escaseando. A Chiquimblito la ayuda empezó a llegar el 14 de mayo, fueron en total 3 raciones. La única ayuda que recibieron del Gobierno  hasta hoy.

Poco a poco Pedernales fue quedando limpio y sin escombros.

Tras ese día, la familia Martínez empezó otro viacrucis. Quitar el montículo de concreto en el que se había convertido la unidad educativa no fue fácil.

Empezaron a llamar del Banco Pichincha y Banecuador, a la concesionaria del carro. Ellos no tenían ni un centavo para empezar de nuevo, menos aún para pagar.

La camioneta que aún estaba asegurada, puesto que había sido obtenida con un crédito entró al taller.

Las llamadas del banco eran amenazantes, le vamos a quitar el terreno sino paga. El proveedor de la papelería también llamaba.

No había trabajo, comida, sólo quedaban las esperanzas y la ayuda de amigos, excompañeros de colegio, vecinos.

Así lograron sobrevivir. Seis meses después de haber ingresado al taller la camioneta salió. Pero a los dos meses algún funcionario del Banco llegó junto con la Policía y se la llevaron. Esto pese a que ellos habían ingresado un documento firmando un acuerdo de pago. De nada sirvieron las explicaciones.

Sin camioneta, sin negocio, la situación era más dura. Fabiana y su esposo se preocupaban más por los niños.
El negocio de la familia ahora no existía. Solo Dios y ellos saben lo que vivieron.

Fabiana empezó a hacer comida para vender, mientras su mamá reubicó la escuela. Ahora sería ecológica (con caña guadua y madera). El Ministerio de Educación se oponía, les exigía que fuera de cemento, pero ellos no tenían ni un centavo. La caña la podían cortar de la finca, en cambio el cemento había que comprarlo.

Por esos días llegó el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, entre empujones lograron estar cerca de él, explicarles que no tenían dinero para reconstruir la unidad educativa de cemento como les exigía la Coordinación Zonal de Educación.

Le pidieron al Presidente que permita reconstruir con materiales de la zona, Correa aceptó, pidió a los de la Coordinación que no pusieran más trabas a esta familia y así fue.

Por un lado, mientras paraban la escuela y el colegio, Fabiana empezó a vender almuerzos, meriendas, bocaditos. Una señora de Santo Domingo de los Tsáchilas que se solidarizó con la situación de esta familia, les prestó sillas y carpas y la familia empezó a ofrecer el servicio de alquiler.

Mientras resurgían por un lado, por el otro el BanEcuador les quitaba el terreno que les había quedado y que había sido hipotecado para empezar con el negocio de papelería.

Fueron largas noches de llanto, de insomnio, sin saber qué hacer. Eran siete mil dólares que le debían al banco, pero como no habían pagado en un año ahora ya eran 12 mil.

El banco envió a Fabiana y a su esposo a central de riesgo y por ello tampoco podían acceder a un préstamo en otra institución bancaria.

Tras 365 días de sufrimiento desde el terremoto lograron que un particular les prestara y así evitaron también perder el terreno que les quedó tras el terremoto.

Con la concesionaria llegaron a un acuerdo y la camioneta se la devolvieron dos meses después de habérsela quitado.

Con el proveedor de la papelería siguen en juicio. A pesar de que ellos tienen las fotos de cómo quedó destruido el negocio y a pesar de haber devuelto lo poco que se logró rescatar, a pesar de ser reconocidos como vendedores estrellas antes del terremoto la empresa que les daba los cuadernos, lápices, borradores, marcadores, carpetas, hojas bond, sacapuntas, computadoras, entre otros, no los perdona y les exige que le paguen. Allí están en esa lucha.

Para la familia Martínez no hubo bonos, no hubo casas. Para ellos sólo hubo 3 raciones de comida que repartieron con toda la gente que acogieron en la quinta ubicada en Chiquimblito.

Fabiana ya no tiene la papelería. Ahora ella se pinta la cara de Minie, anima fiestas, alquila sillas, vende comidas, bocaditos. Su esposo realiza fletes, su mamá y su papá administran la unidad educativa ecológica en donde tienen cerca de 200 alumnos.

A ellos el movimiento sísmico les quitó el negocio, la casa, los amigos, los vecinos. La banca los quiso dejar sin carro, sin terreno. Lo que no les pudo quitar ni el terremoto, ni la banca pública fueron los sueños y la esperanza de seguir adelante.

Según la evaluación post desastre efectuada por la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades) y por la Comisión Económica por América Latina y El Caribe (CEPAL), Pedernales estuvo entre los 11 cantones más afectados de Manabí durante el terremoto del 16 de abril de 2016.

El informe de la Secretaría Técnica del Comité de Reconstrucción y Reactivación Productiva con fecha corte, año 2018, señala que en Pedernales el monto de inversión expresado ha sido de 216,48 millones de dólares, ubicándolo en el tercer cantón con más inversión después de Portoviejo (472,89 millones de dólares) y de Manta con (468, 24 millones de dólares).

Con fecha de corte 15-03-2019, el Ministerio de Finanzas señala que en el eje de reconstrucción el Gobierno ha invertido USD 2.082,9 MM, en el eje de reactivación productiva 477, 3 MM.

Para Fabiana y su familia estas son sólo cifras. Para ellos la realidad es otra. (Nancy Vélez)

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