PERSONAJE | José Vladimir Giler, el manabita que mastica la muerte

En cada presentación, José Vladimir Giler Zambrano, se expone a la muerte. Esa es la cruda realidad.

Prácticamente, ‘la huesuda’ le guiña el ojo cada vez que se transforma en un faquir (persona que realiza un espectáculo en el que se puede hacer daño).

Todo esto a pesar de que sus padres le dijeron que estaba “loco” y de que los médicos le recomendaran que no lo hiciera porque estaba jugando con su vida. Sin embargo, el manabita no ha dejado de hacer lo que a temprana edad escogió como su modo de subsistencia.

Según él, a sus 65 años ha protagonizado algo sorprendente pero real: triturar mil copas de vino.

En la mayoría de sus actos ha comido este peligroso elemento, de ahí su sobre nombre de ‘comevidrios’.

Sus dientes están débiles, el esmalte se ha desgastado, sus encías ni qué decir. Uno que otro rasguño en sus labios resume la historia.

Esa arriesgada acción, recuerda Giler, lo hizo acreedor a un reportaje publicado en 1976 por parte de una revista de circulación nacional que lo hizo conocer como Vladimir “el Gran comevidrios del Ecuador”.

“Sorprendió a todos, era algo que no podían asimilar los que vieron mi presentación en canal 2 y luego por eso me hicieron esa importante nota periodística”, rememora mientras lee el recorte arrugado y desgastado de aquel momento cumbre para su vida.

Giler tenía 15 años cuando decidió convertirse en un amante de lo extremo y peligroso. Esa decisión estuvo motivada por una presentación de un faquir en un circo que lo impactó.

“Fui a un circo mexicano de fieras en Portoviejo. Allí vi a un hombre que partía dos botellas de vidrio con sus manos y luego caminaba por encima de ellas. Él salía ileso, sin heridas, ni sangre y el público lo ovacionaba, fue sorprendente. Quería estar allí”, expresa entusiasmado.

Vladimir no se quedó tranquilo. Hizo amistad con este personaje que recuerda era de nacionalidad colombiana, quien le brindó ciertos consejos que apuntaban a que se preparara en temas de meditación, concentración y en el arte y filosofía del yoga.

Un riesgo latente

El primer acto de faquirismo que realizó tuvo lugar en un circo. Allí su dueño le dio la posibilidad de presentarse.

El número que presentó fue la denominada “cama de la muerte”, que consistía en caminar en centenares de clavos de cinco pulgadas que estaban sobre una infraestructura de madera.

“Esto fue un éxito, todos se quedaron anonadados, no lo habían visto antes, eso me ayudó para popularizarme en el país y en el exterior”, destaca.

A medida que pasaban los días, Giler sabía que necesitaba de otros actos para llamar la atención y no caer en la monotonía. Fue así que decidió atreverse a simular aquella acción que lo motivó a convertirse en faquir. En una noche de show saltó a la pista y rompió seis botellas de vidrio y caminó sobre los restos esparcidos en el suelo. El resultado fue maravilloso: sin heridas, quejas, ni sangre. Los aplausos llovieron.

Todas las presentaciones son peligrosas, pero según Vladimir el acto que mayor riesgo le causa, según sus propios conocimientos y análisis, es el de colocar una plancha al máximo, al rojo vivo, sobre su lengua. (Extra)

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