Quito es sede de inédito encuentro internacional sobre manejo ancestral de agua

Albarradas, tajamares, la construcción de reservorios y humedales y las acequias de careo, prácticas ancestrales de manejo y conservación de agua por parte del hombre, fueron analizadas hoy en un encuentro internacional en Quito.

Bajo el título de «Prácticas ancestrales en el uso productivo del agua», en la conferencia internacional de dos días y que arrancó hoy intervienen expertos de Ecuador, España, Bolivia, Colombia y México para dar a conocer técnicas de producción y conservación del líquido vital y poner en común experiencias, algunas reconocidas mundialmente.
Es el caso de las albarradas, también conocidas como humedales lénticos artificiales, de las que hay hallazgos que datan de hace dos milenios en la provincia de Manabí y la península de Santa Elena, en la región costera.
Se trata de unas ciénagas erigidas de forma artificial con varias capas de piedras seca, arena compactada y otros elementos como estacas para impedir la erosión, y cuya finalidad era suministrar agua al ganado y la comunidad o servir de humedales para la siembra.
Al evento, patrocinado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería ecuatoriano, la embajada de España, la Unión Europea a través de la Cooperación Española, asistieron más de 200 personas.
El catedrático Jorge Marcos, de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), explicó que eran habituales en la época precolombina y que en el área de Valdivia se han localizado los vestigios más antiguos de esta práctica de 4.000 años.
«No había una sola albarrada que estuviera en terrenos impermeables», reveló el investigador, que apuntó que su naturaleza era la de recargar acuíferos.
Menciona un texto del cronista Agustín de Zárate, que acompañó a Francisco Pizarro en la conquista y describe estos cenagales: «La tierra es muy seca aunque llueve a menudo, todos beben de pozos o aguas dulces detenidos por pequeños embalses que los nativos llaman jagüeyes», otro de sus nombres.
Galo Ramón, de la ONG Comunidec, que lleva 30 años investigando en Ecuador, dijo que existen testamentos españoles que daban fe del empleo de ciénagas y cuencas acuíferas.
«La conquista por parte de grandes imperios se debió entre otras razones al manejo del agua», dijo a Efe antes de citar el también tradicional pilancón, «un reservorio a boca de huerta que permite ahora el riego por aspersión».
Por su parte, Vilma Collaguazo, de una asociación agropecuaria responsable del manejo de recursos hídricos de los pueblos de Paltas, provincia de Loja, habló de la construcción de tajamares o humedales en altura para recargar vertientes, aumentar la producción de huertas agroforestales e impedir la evaporación del agua.
También llamados «cochas», estas piscinas de lluvia suelen estar acompañadas por sistemas de acequias de captación y lagunas de sedimentación y fueron reconocidas recientemente por la Unesco como sitio demostrativo eco-hidrológico.
A estos reservorios se añaden plantas hidrófilas popularmente conocidas como «gramas» para evitar la evaporación, oxigenar el agua e impedir que se pudra, una de sus principales amenazas.
El español José María García, experto de la Cátedra TRAGSA-UPM, expuso en su ponencia la similitud entre dos sistemas de recarga inducida de acuíferos: uno en la Alpujarra de Granada (España) y otro, el de las amunas, en el Perú andino.
Ambos consisten en conducir y redirigir el agua de deshielo desde distintas alturas mediante un sistema de acequias de careo para aprovechar de manera estacional su flujo y evitar la erosión, técnicas que señaló como «posible adaptación (humana) al cambio climático». EFE

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