Salud | Analizan al suicidio como otro problema de salud pública

El dolor que genera la muerte de un familiar, originado por un suicidio, es un vacío lleno de interrogantes sobre el accionar de la persona, sobre el nivel de valentía o coraje para determinar acabar con su vida y con sus propias manos.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, anualmente unas 800.000 personas deciden acabar con su vida, y ya se lo puede considerar un problema de salud pública, sobre todo en países como Estados Unidos, donde han aumentado las cifras de suicidios.

En su texto sobre psicología evolutiva, David Buss, de la Universidad de Texas, -y publicado por la agencia de noticias Infobae-, cita algunos resultados de encuestas que muestran que los pensamientos suicidas están correlacionados con sentirse una carga para los demás y, especialmente en el caso de los hombres, pocas perspectivas de reproducción.

Para las personas mayores de 70 años, los pensamientos suicidas están correlacionados con una mala salud o problemas financieros. No obstante, debe haber algo más detrás de los pocos que de hecho intentan suicidarse, ya que muchas personas con los mismos problemas y sentimientos no lo hacen.

En su libro «Why People Die by Suicide» (Por qué las personas mueren por suicidio), el psicólogo de la Universidad de Florida Thomas Joiner explora el fenómeno desde múltiples ángulos: estadísticas, encuestas, pilotos kamikaze, terroristas suicidas e incluso formas de autosacrificio en animales altamente sociables (abejas, hormigas y ratas topo). Joiner enfatiza que los individuos que mueren por suicido son temerarios, ya sea naturalmente o porque pueden haberse entrenado para superar el miedo.

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