Fotos de adolescentes desnudos, pornografía y abuso de menores escondía la mansión de Michael Jackson

El primer gran escándalo sucedió en 1993. Michael Jackson ya era el Rey del Pop. Aunque él estuviera batallando, de manera infructuosa, para multiplicar su éxito. Las ventas de sus discos seguían siendo extraordinarias pero no llegaban al nivel del fenómeno que había ocurrido una década antes con Thriller.

En esa época se encontraba de gira por todo el mundo presentando Dangerous. Mientras Jackson estaba en Bangkok, una denuncia ante la policía produjo un cimbronazo en su mundo privado.

La familia de Jordy Chandler, un chico con el que se solía mostrar en público, lo acusaba de haber abusado de él. La policía allanó su casa, el rancho Neverland.

Cuando Michael, horas antes de presentarse ante el público en Tailandia, se enteró del procedimiento estrelló el teléfono contra una pared y destrozó todo el mobiliario de la habitación, a la usanza de otro tipo de estrella del mundo de la música. La gira se suspendió por un tiempo. Algunos sponsors se bajaron. Y el caso, sus intimidades, rumores y versiones extraoficiales llegaron a las portadas de los diarios. Michael Jackson pasó a ser un habitué de las tapas de los tabloides.

A partir de ese momento ya nada volvería a ser lo mismo para él.

Diez años después, en noviembre de 2003, otro allanamiento en Neverland sacudió su mundo y puso en grave riesgo su posición ante la justicia. El cantante había recibido otra denuncia por abuso en su contra.

La supuesta víctima, Gavin Arvizo, un chico de 13 años que estaba bajo tratamiento oncológico, había descripto lo que había sucedido entre ellos, lo que Jackson había hecho con él, y cada uno de los lugares de la mansión en que sucedieron los abusos. Un batallón de policías de Santa Bárbara ingresó a Neverland con orden judicial. Una vez más Michael no se encontraba en el lugar. Estaba en Las Vegas, con sus tres hijos, filmando escenas para un próximo videoclip.

Los hallazgos de ese procedimiento policial se utilizaron en el marco del juicio oral que Jackson enfrentó en 2005 y en el cual fue absuelto de todos los cargos.

Pero 13 años después alguien filtró a los medios un video del allanamiento y la lista de las cosas que la policía encontró esa tarde de 2003 en la casa.

Había pornografía, fotos de adolescentes desnudos, material de sadomasoquismo, fotos de niños sin ropas y libros con imágenes de desnudez y/o sexuales. Estas cosas no se encontraban solamente en el cuarto de Jackson sino diseminadas por toda la propiedad. Un investigador debió aclarar que las fotos de jóvenes desnudos no entraban estrictamente en la categoría de “pornografía infantil”.

También se halló una especie de armario secreto en el cuarto de Michael Jackson. Luego de encontrar la puerta oculta y lograr abrir las tres llaves que tenía se pasaba a un lugar que era como una pequeña habitación abarrotada de objetos, juegos, ropas, muñecos y libros para niños. Los investigadores creen que se utilizaba para seducir a los menores de edad.

Hasta su muerte en el 2009, Jackson había logrado eludir cada acusación que se le hiciera sobre abusos a menores. A pesar de que las denuncias eran variadas, coincidentes y convincentes ninguna tuvo condena penal. El devenir de las causas fue disímil.

En 1993 fue acusado de conductas impropias y de abusos a menores de edad. La primera reacción fue de incredulidad. Nadie daba crédito a las imputaciones. La defensa fue básica y sencilla. Se trataba de una burda extorsión a la persona más famosa del planeta. Esa fue su defensa y ese fue el plausible argumento que repitieron los medios.

Neverland, el rancho de Michael Jackson que fue escenario de los abusos denunciados (Photo by Jason Kirk/Getty Images)

En ese caso la acusación fue realizada por Evan Chandler, padre de Jordan “Jordy” Chandler, un niño rubio al cual se lo veía con frecuencia junto a Jackson en cada aparición pública. Chandler padre era dentista en Beverly Hills y se estaba separando de su esposa June. Esa brecha fue la que aprovecharon los abogados de Jackson para menospreciar la denuncia. La línea de defensa inicial se basaba en que los padres estaban peleando por la custodia de Jordy y que el padre, celoso porque el hijo pasaba más tiempo con Jackson que con él, interpuso las acusaciones.

Michael Jackson puso al mando a un investigador privado inescrupuloso que repartía grabaciones ilegales del señor Chandler a los medios. Los grandes medios, la industria y la familia Jackson salieron en masa a apoyar al cantante. Hubo una excepción: LaToya Jackson dijo en cada entrevista -y después de que lo dijo la primera vez estas se multiplicaron exponencialmente- que su hermano era un pedófilo (muchos años después se retractó y le echó la culpa a su ex marido, que en ese entonces ya había muerto).

Los abogados del cantante hicieron una oferta inicial de 350 mil dólares que fue rechazada por la familia Chandler, que para esa época ya se había puesto de acuerdo en el accionar conjunto. En sede civil la demanda fue interpuesta por ataques sexuales, conducta impropia, daño psicológico, seducción, fraude y negligencia.

Luego, naturalmente, está la cadena de complicidades, silencios y negligencias en el círculo de los menores y del músico. La fascinación de la fama, la impunidad del poder, que permitieron ese juego de pinzas y de lenta seducción.

Ese esquema de poder, ceguera y permisividad queda explícito en la tercera gran estación de esta historia de abusos, el documental Leaving Neverland. En él dos hombres, Wade Robson y James Safechuck, cuentan con crudeza, sin adjetivaciones, explícita y detalladamente cómo fueron abusados durante años por la estrella mundial cuando ellos eran niños.

El documental es estremecedor. Todo aquello que parecían acusaciones desconectadas entre sí, que podían sospecharse de oportunistas, encuentran aquí un sistema. Un esquema de acción que se repetía caso a caso, calcado. Un accionar sistemático de abusos, un plan pedófilo urdido por la mayor estrella del espectáculo.

La historia siempre empezaba igual. El descubrimiento fortuito de un chico en un show, una filmación o algún evento. Luego el acercamiento a la familia. Jackson frecuentaba sus casas, llamaba por teléfono, cotejaba a las madres, invitaba a todo el grupo familiar (hermanitos menores y abuelas incluidos) a Neverland o a algún viaje. Juegos con los chicos. Luego regalos y más regalos.

 

 

Las primeras veces que invitaba a dormir a los chicos, sus padres estaban en la habitación de al lado. Luego los llevaba de gira y , siempre, las habitaciones de los padres se iban alejando cada vez más de la de Jackson hasta terminar en otro piso. Ahí -decían los niños abusados-empezaban las actividades sexuales que eran también, como el plan de seducción, progresivas. Besos, caricias, tocamientos, sexo oral y hasta intentos de penetración. Luego, la parte final de este sistema: el alejamiento de los chicos, el abandono. Eso era imprescindible para que la rueda volviera a girar y una nueva víctima apareciera y todo el engranaje perverso volviera a ponerse en marcha.

El relato desnudo de Robson y Safechuck es imprescindible para entender la profundidad de la abyección. Cuentan que tardaron años en reconocer que eso que les había pasado cuando tenían siete años u once no era una demostración de amor sino que habían sufrido un abuso.

En el juicio por el Caso Arvizo, los testimonios principales presentados por la defensa de El Rey del Pop eran de chicos, entre ellos los que lo denuncian en el documental Leaving Neverland (2019). Por extraño que parezca, los abogados creyeron que esa era la mejor estrategia. Se debe tener en cuenta que el punto de partida fue la declaración de Michael en la famosa entrevista de 1993 con Michael Bashir en la que aceptó que dormía con menores de edad.

“La gente se pregunta por qué siempre tengo niños alrededor. Y es porque encuentro eso que nunca tuve a través de ellos. Disney, parques de diversiones, videojuegos. Yo adoro todas esas cosas porque cuando era chico lo mío era todo trabajo, trabajo y trabajo”, dijo Michael Jackson en 1993.

Fue como el principio que desarrolló Edgar Allan Poe en su cuento La carta robada. Cuanto más a la vista, cuánto menos escondido está algo, se hace más difícil de ver para la gente. Jackson tenía al mundo acostumbrado con sus excentricidades. Pedidos desmedidos, tigres en el living, cientos de cirugías plásticas, la reclusión, los problemas de maduración, cambio de color en la piel. Ir acompañado por niños a todos lados (sin sus padres), dormir con ellos, rodearse solamente de ellos, fue asumido como otra excentricidad.

Lo extravagante se convirtió en algo sórdido, patológico, delictivo. El mundo no quiso ver lo evidente. Los discos de platino, los millones, las giras mundiales, los bailes celestiales impidieron que se viera más allá. El poder cegador y enmascarador de la fama. Michael Jackson, un hombre dañado, dañaba niños escudado en su impunidad de superestrella. Todo un sistema de complicidades se ponía en marcha. El temor, la seducción de la fama o el dinero cobijaban a los encubridores.

Todavía hoy hay quienes niegan estos señalamientos, quienes consideran que detrás de las acusaciones -que ya no pueden tener persecución penal por la muerte del artista- solo hay una campaña de desprestigio. Son, nunca mejor utilizada la palabra, los fanáticos. Las revelaciones de los últimos años, los testimonios concordantes y estremecedores, los indicios que se acumulan, las denuncias de sus víctimas dejan poco espacio para la duda.

Neverland, bautizada así en homenaje a Peter Pan, nació con la ambición de ser un paraíso infantil. Allí, entre vueltas al mundo, calesitas, animales, autitos chocadores, máquinas de copos de azúcar y manzanas acarameladas, chicos con enfermedades graves o con carencias significativas, pasarían un buen momento, encontrarían diversión y un descanso a sus males. Pero rápidamente se convirtió en un infierno.

Esos juegos diseñados para el esparcimiento y para el sano e ingenuo entretenimiento, se transformaron en la coartada para atraer víctimas, en la mascarada para que sufran delitos atroces. El allanamiento a esa supuesta tierra de fantasía fue un punto de quiebre en la historia de Michael Jackson. A partir de ese momento su caída fue imparable. (Infobae)

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