«Diego Maradona me violó mientras mi madre lloraba detrás de la puerta»: Mavys Álvarez

La historia de Mavys Álvarez Rego ha dejado al descubierto algunos de los secretos más oscuros del entorno de Diego Maradona.

Ella tenía solo 17 años cuando mantuvo una relación con el astro argentino. Se conocieron cuando él viajó a la isla en el año 2000, para realizarse un tratamiento por su adicción a las drogas.

Años después, ha detallado los episodios de una relación abusiva. Incluso, su situación es parte de una causa judicial abierta contra el entorno del ídolo en Argentina, por trata de blancas.

En estos días, Mavys Álvarez viajó hasta el país trasandino. Allí concedió una entrevista al portal Infobae.»Esta es la primera vez que vengo a Argentina después del 2001, cuando vine con Diego. Ahora pude recorrer un poco, en aquella oportunidad no había podido ver nada. Estaba secuestrada».

Abuso y control

La mujer detalla que en todo momento estuvo bajo la vigilancia del entorno de Diego. «Estaba limitada en todo, o sea, no podía hacer nada. No podía salir del hotel. Tenía que pedir permiso para todo lo que pudiera hacer o no. No salía de mi habitación. Tenía seguridad, pero no para poder moverme con libertad sino para no moverme».

Pero no fue todo, Mavys detalló que vivió episodios de abuso por parte del exfutbolista. «Mi mamá vino a verme a la casa donde estábamos en La Habana y (Diego Maradona) no le quiso abrir la puerta. Mi mamá tocó la puerta de la habitación y él no quiso abrir», cuenta.

«Él me tapó la boca para que yo no gritara, para que yo no dijera nada y abusó de mí», agregó.

¿Por qué Maradona no atendió? «A Diego le causaba morbo tal vez, no sé. No te sabría decir. Nunca abrió la puerta. Mi mamá estuvo tocando, bajaba, volvía, subía y tocaba y lloraba detrás de la puerta porque sabía que estábamos ahí. Él nunca le abrió hasta que se tuvo que ir porque no le abrió».

Además, detalla otros episodios de violencia. «Una vez me arrastró por las escaleras de la casa hasta la habitación porque estábamos en una discoteca y -sin querer- le di un golpe en la nariz con la espalda. Bailando le doy un golpe sin intención. Y él se puso bien violento».

«Me sacó a empujones de la discoteca, me montó en el auto, me llevó para la casa, me subió las escaleras a rastras por los pelos. Fue duro», agrega.

Ella intentó ser escuchada, sin éxito. «Yo lloraba y claro que gritaba. Estaba el resto de la gente pero no hacían nada. Me escuchaban -porque lógicamente me tienen que haber escuchado- y no hacían nada».

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